Un día la mano izquierda le dijo a la derecha que ellas
trabajaban todo el día, mientras que el estómago no hacía nada.
Las piernas escucharon y le dieron la razón;
dijeron que ellas también estaban cansadas,
caminando todo el día para comprarle alimento al estómago,
quien sólo comía y no hacía nada para conseguirlo.
La mano derecha pidió que hicieran huelga
y que no le dieran más comida al estómago.
El estómago les dijo que estaban pensando mal,
pues sus trabajos y aptitudes eran muy diferentes,
y los unos dependían de los otros.
Los brazos le dijeron que esos eran los argumentos de un vago
y que desde ese momento no comería nada.
Pasaron unos días y un brazo le dijo al otro que se sentía muy débil;
lo mismo les ocurrió a las piernas y a todas las partes del cuerpo.
Entonces el estómago dijo que también se sentía débil
y que si lo alimentaban, todos se sentirían mejor.
Lo hicieron y comprendieron que todos los miembros del cuerpo
debían cooperar para conservarse con buena salud.
Y el estómago entendió que de él dependía el trabajo de los miembros
y que debía repartir todo lo que le llegaba.